12 de febrero de 2012

Bajo el laurel

             Era una noche de febrero. Recuerdo que era viernes. Caminábamos agarrados de la mano. Tu otra mano sostenía el postre que pronto comeríamos debajo de ese hermoso laurel. Justo antes, comimos un delicioso manjar. Esta escena era lo mas próximo a lo que siempre había querido tener con un ser humano. Tus manos temblorosas y tu tierna mirada me hicieron creer que por fin era el día. Ese día tan esperado; el que siempre soñé. Esta noche sería la noche donde me  propondrían que vivierámos juntos para siempre. La sensación era de muchos nervios pero yo me sentía preparada de dar tan importante paso en mi vida.
            Me lo había imaginado todo. El momento era casi perfecto. Solo faltaba que dijeras las palabras correctas. No las que yo quisiera, si no las que tu sentías desde lo mas profundo de tu corazón. Fue entonces cuando me tomaste la mano, te arrodillaste y delante de todos los seres que en el laurel habitaban me confesaste tu amor. Me dijiste que deseabas que fuese lo primero que vieras al despertar y lo último que vieras al dormir; la distancia nos separa y que tenías que conformarte con que fuese lo primero que vieras al dormir y lo último que vieras antes de despertar.

            Toda la noche estuvo llena de emociones nunca antes experimentadas. La idea de compartir contigo cada día me parecía genial. Cuando me llevaste a mi casa tuve el deseo de no dejarte ir. Quería que te quedaras conmigo para siempre. Yo por fin había encontrado lo que tanto anhelaba. Sin embargo, te fuiste. Justo cuando pasaron dos horas desde tu partida comencé a preocuparme. No era normal que no avisaras que habías llegado a tu hogar. Por esta inquietud, decidí llamarte...lo contestó tu hermana, ella me dijo que me sentara, necesitaba darme una noticia. La verdad no le hice caso. Estaba sumamente acongojada y desesperada; deseaba saber que sucedía. Me dijo que habías tenido un accidente fatal y que el impacto fue tal que falleciste al instante.
            Como un balde de agua fría todo se vino abajo. Tuve un silencio de minutos que parecieron horas. No era capaz de comprender lo que estaba sucediendo, de hecho no podía aceptar lo que te había sucedido. Me negaba por completo a vivir sin ti. En fracciones de segundos todos los planes de una vida juntos se derrumbaron ante mis ojos. Un mar de lágrimas inundó mi rostro. Por primera vez no había tenido control de una situación. Me llene de angustía y desesperación. De ninguna forma pude evitarlo. Ya estabas muerto, de camino a la morgue y yo todavía en estado catatónico sin poder creerlo. Desde entonces he sufrido tu partida desde esa noche de febrero,  bajo el laurel.

1 comentario:

  1. OMG!!! me encanto!! me conmocionaron tan lindas palabras :) muy buen trabajo. te sigo

    ResponderEliminar