18 de marzo de 2012

Perpetuando el tiempo

            Hace unos 23 años atrás, en un hospital de pueblo un 31 de marzo llegué a este mundo. Mi madre planeaba ir al mall  y yo le cambié su plan. Llena de contracciones mi madre condujo hacia el hospital mas cercano, uno ubicado en el centro del pueblo donde vivíamos. Durante muchos años estuve viviendo muy cerca de este hospital. Visitaba a mi padre durante los fines de semana y gozaba junto con mis vecinos poder correr por las calles de este hermoso pueblo.
            Ya 23 años después, detrás de un volante, como ese 31 de marzo sentí la necesidad de regresar a ese lugar que me vio nacer. De camino a casa decidí tomar una ruta alterna. Regresé al lugar donde nací. Para mi sorpresa, todo había cambiado. Me encontré frente a un hospital con maderas bloqueando la entrada de luz hacia el edificio, paredes llenas de graffiti y una que otra ventana con rastros de un incendio. Las calles estaban completamente desoladas casi como el viejo oeste solo faltaban pequeños tornados de basura para hacerlo un poco mas deprimente. La cafetería anexa al lugar donde vivíamos tenía un letrero de se vende y la cancha donde siempre jugábamos estaba deteriorada. El salitre ha consumido casi todo el metal presente por las calles.
            Recuerdo todo tan distinto, edificios llenos de colores, muchos niños jugando en las calles, una cafetería con olores que se podían percibir desde la esquina antes de llegar, en fin, unas calles llenas de vida. Recuerdo un pueblo lleno de personas, de ruidos, de conversaciones, del sonido de los chorritos de la fuente en la plaza, de pescadores caminando al fuerte en busca de la cena. Recuerdo a mis amigos cuando se detenían en casa, el sonido de la bola de baloncesto mucho antes de llegar, ya sabía que vendrían. Dentro de los muchos edificios que habían, el mío era uno de tres pisos, cuatro apartamentos por piso y con acceso al techo. Cuando mi padre no me permitía salir, subía para ver el mar. Vivíamos tan cerca que se escuchaban las olas cuando chocaban con los pilares del puente. El olor a salitre era inconfundible, ese olor a sal junto con la humedad me brindaban mucha paz. Recorrer por las calles que me vieron crecer me lleno de nostalgia. Pude percibir como el tiempo ha pasado y como solo los recuerdos se han de perpetuar en mi memoria. Somos el reflejo de lo que eramos, pero jamas volvemos a ser lo que fuimos. Crecer trae consigo dolor, sentimiento pero sobre todo ese deseo de perpetuar el tiempo.

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