3 de marzo de 2012

Parece que fue ayer

            Apenas comenzaba el año 2005 y en la vida de Amelia todo fluía como de costumbre. Su vida perfectamente planeada y sus estudios la tenían todo el tiempo ocupada. Sin embargo, ella no era del todo feliz. Su agenda, sus ocupaciones, su trabajo, sus estudios le obstruyeron de poder ver lo que era realmente importante en su vida. Ella vivía cada día, cada minuto y hasta cada segundo con un plan. Era de las que planean tener planes. Ella cometió un grave error, se enamoro de Eduardo, el chico mas inseguro e inestable de su escuela. Juntos lograron complementarse aún con las mil y una diferencias entre ellos. 
            Su historia duro lo que dura un pedazo de bizcocho en el refrigerador; solo unos días. Días que parecieron meses y meses que parecieron años. La vida les sonreía aun en los peores momentos. En varias ocasiones se distanciaban pero el destino siempre se esforzaba por devolverlos al camino. En un sin fin de ocasiones creyeron que era el momento indicado para pasar la página y continuar sus vidas pero no fue hasta aquella tarde, donde ambos acordaron que ya había sido suficiente. Pero ¿suficiente que? ¿Acaso existe un límite de amor?
            Durante mucho tiempo he creído que el amor es algo así como las leyes de termodinámica. La primera ley establece que la materia ni se crea ni se destruye, solo se transforma. El amor sencillamente no desaparece, se transforma en otro sentimiento, ya sea de cariño, de tristeza o en el peor de los casos en odio. Yo no he parado de amar desde el primer día que abrí mis ojos. Amo la vida y todo lo que ha puesto en mi camino. Recientemente supe que Amelia volvió con Eduardo, las cosas van de maravilla aún cuando el todavía desconfía de ella. Al final han descubierto que la felicidad no es tener una pareja perfecta si no poder aceptar sus imperfecciones y ser felices.

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