Era tarde. Normalmente me levanto 37 minutos antes. Fui al baño y un recuerdo llego súbitamente a mi mente; sin esperarlo me encontraba recordando un momento muy tierno en mi vida. Recordé a mi hermano. Lo recordé de niño. Sus ocurrencias, su risa, su mal humor, su cariño y sobre todo como siempre me protegía. Recuerdo que de niños me buscaba a la escuela para que no caminara sola. Siempre me cuidó. Lo triste es que hace mucho que no hablo con él. Normalmente yo diría: “No importa”. Pero la realidad es otra. Yo lo extraño. He querido muchas veces – muchas pero que muchas- llamarlo y pedirle una disculpa pero soy cobarde. Soy el tipo de persona que no da su brazo a torcer. Suelo ser muy testaruda y admito que en eso nos parecemos muchísimo.
Llevo semanas viendo sufrir a mi madre. Me da mucha tristeza porque entiendo su posición. Ver a sus hijos peleando no debe ser agradable. En ocasiones me pregunto ¿porqué no tuve una hermana?, y ¿porqué Dios me envió un varón? Aún así entiendo todo. Él no será el mejor, pero es mi familia. Yo lo adoro, es lo único que tengo después de mis padres. Se que quizás no me perdone, quizás se burle o quizás entienda. Puede que sea rápido, puede que tarde pero yo solo quiero que me perdone. 
Con el paso de los años he visto y vivido situaciones difíciles dentro de mi núcleo familiar. Sin embargo, si tuviera la opción de volver atrás los elegiría a cada uno de ellos de nuevo. Hermano, no eres perfecto. Yo tampoco lo soy. Solo espero que algún día podamos llevarnos bien. Dejemos las peleas a un lado. Yo te quiero mucho y no quiero seguir con esta situación. Al final de todo, he descubierto que la familia es aquella que estará contigo en las buenas y en las malas. Puede que no sean las mejores personas, puede que cometan muchos errores pero al final del día ellos estarán contigo para brindarte un hombro o al menos un pañuelo donde secar tus lágrimas. Yo podré tener muchos amigos, pero nunca podrán reemplazar tu lugar; hermano. Te amo.
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