5 de septiembre de 2011

Mucho gusto, mi nombre es Goya


Hoy es lunes, es feriado y en mi lista de quehaceres de tantos números creo que ya llegue al número infinito. Sin embargo, aún cuando tengo mil quehaceres, no puedo parar de pensar en el día de ayer. Se llamaba “el cuerpo perfecto” de  Eve Ensler, una obra la cual fui a ver junto a mi madre. Se toca el tema de la mujer y todo aquello en lo que recurrimos para ser aceptadas en la sociedad y como esta influye directamente a como nos sentimos y nos valoramos; desde dietas estrictas hasta imparables rutinas en el gimnasio. ¡Increíble! Lo que somos capaces de hacer y a los extremos que se puede llegar. “Eva”, la chica principal vivía en una guerra sin cuartel contra su barriga. En la búsqueda de cómo eliminarla hasta deseaba hacer simbiosis con algún parásito.
En solo unos microsegundos, recordé el día en que mi pareja también le puso nombre a mi barriga. Admito que es esa parte de mi cuerpo que detesto que me toquen. Su elasticidad, poca consistencia y flacidez hace que se me revuelque el estómago cada vez que el desliza sus manos en ella. A mis lectores, les presento a Goya. Al igual que Eva yo también he  sufrido mi barriga. Sin embargo, desde ayer algo cambió. El estar rodeada de todas ellas me hizo recordar lo valioso  que es ser mujer. En la barriga tenemos nuestro ombligo; el que nos conecta con nuestra madre cuando vivimos por nueve meses con ella. Ser mujer resulta maravilloso y aunque un poco doloroso, lo sé.   
Es por esto que hoy me levanté y dije: “Yo tengo que hacer algo”. Me prometí hablar por aquellas que no se atreven. Las mujeres no somos meros objetos de la sociedad colectiva que pretende dominarnos por medio de la publicidad. Ser obesa no es un crimen y estar anoréxica no es un buen estado de salud. Vivir constantemente como si tuviéramos que reparar cada parte incómoda de nuestro cuerpo nos crea mucha tensión. Es necesario amarnos y aceptarnos. Se puede crear un balance entre alimentación y ejercicios siempre y cuando no se lleven a los extremos.
Hoy comencé a amar cada curva de mi cuerpo porque comprendí que no hay nada roto en él.

 

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